martes, 5 de enero de 2010

Dejé de ser. Soy.

Lo viejo se pone nuevo y lo nuevo vuelve a ponerse viejo en un tiempo.
Me había negado a volver a escribir.
Hacía más de 97 días que buscando lo mejor de las palabras, me quedé sin decir nada.
Lo que suele pasarle a varios, cuando quieren hacer todo.
A veces, intentamos cumplir con mandatos que ni siquiera sabemos que están formando parte de nosotros.
Pero están en nuestras espaldas y nos gusta que sigan ahí, para después poder contárselos a todos.
Ser educada, orgullosa, dinámica y sociable.
Ser lo que otros esperan que seamos es lo más real que encontré en el camino.
Ser franca, transparente. Pero nunca ser verdad.
Odiar a los hipócritas, a los mentirosos y a los que hacen trampa.
Amar a los guionistas, matar a los políticos.
Desde, para y hasta la muerte.
Las cosas existen, la vida pasa, los hechos aparecen siempre y cuando creemos en ellos.
Y así, creyendo en todo, un día creí que era el momento de ser.
Me compré mi jabón, mi cepillo de dientes, mi sillón y me fui a no más de 157 metros de trípoli.