miércoles, 13 de enero de 2010

Felicidad a cuerdas





Las palabras no dicen mucho.
Siempre creí que era al revés, me lo enseñaron desde chica pero nunca les llevé el apunte a mis papás.
A veces no hay palabras. Hay suspiros. Y los suspiros no se atrapan, quedan flotando en el aire, como esas cosas que decimos sin pensar y quedan. Quedan ahí.
Cuando Nahuel le gana al truco a Tomás o cuando Carlos se encapricha con María, vuelve a pasarles lo mismo.
En un segundo lo que era deja de ser y queda flotando en una nube hasta que llueva de una buena vez.
Parece que no es tan divertido tener lo que queremos.
Parece que un día, la mediocridad de Carlos le rogó al infeliz que no pida más nada.
Que sueñe a lo grande, pero que nunca por nada del mundo lo intente alcanzar.
¿Qué mejor hechizo que el del nunca vivir?