jueves, 28 de enero de 2010

Me fui

-¿Dónde queda lo lejos?- le preguntó Tomás a Ana, que después de darse el baño de inmersión había quedado un poco tarada.
Seguramente queda lejos de lo que sentimos cerca, de tu casa, tus sábanas, tu olor.
Eso quería escuchar Tomás. Eso fue lo que le quedó por decir a Ana.
Me voy -dijo- me voy lejos entonces, porque lo cerca dejó de gustarme.
Últimamente o ese día, todo lo que le hacía bien a Tomás había cambiado.
Parece que Francisca había dejado de ir a la escuela. Parece que se había agarrado del placard una gripe de esas que preocupan a los padres. Parece que el mundo entero pedía para que Tomás prefiera irse y no quedarse.

miércoles, 13 de enero de 2010

Felicidad a cuerdas





Las palabras no dicen mucho.
Siempre creí que era al revés, me lo enseñaron desde chica pero nunca les llevé el apunte a mis papás.
A veces no hay palabras. Hay suspiros. Y los suspiros no se atrapan, quedan flotando en el aire, como esas cosas que decimos sin pensar y quedan. Quedan ahí.
Cuando Nahuel le gana al truco a Tomás o cuando Carlos se encapricha con María, vuelve a pasarles lo mismo.
En un segundo lo que era deja de ser y queda flotando en una nube hasta que llueva de una buena vez.
Parece que no es tan divertido tener lo que queremos.
Parece que un día, la mediocridad de Carlos le rogó al infeliz que no pida más nada.
Que sueñe a lo grande, pero que nunca por nada del mundo lo intente alcanzar.
¿Qué mejor hechizo que el del nunca vivir?

domingo, 10 de enero de 2010

Esperemos que se haga lunes.

El médico del Domingo

Eran no más de veinte cuadras, de doscientas casas, de dos mil almas.
Y en ese mismo lugar Oscar, el más antiguo de la Aldea, recomendaba soluciones rápidas y sencillas.
Ayudaba a las mujeres que no sabían cocinar, a los hombres que no podían jugar con sus hijos y a las abuelas que se sentían solas.
Como todos tenían problemas, a Oscar nunca le faltaba trabajo.
Resolvía aproximadamente ocho o nueve conflictos por día y después se pasaba la tarde leyendo en la plaza nueva, en la del tren.
Un día tocaron el timbre y pasó a tener enfrente a Helena, una tipa levemente insoportable con posibilidades de presentar mejoras.
La mujer estaba repleta de ojeras, arrugas y lunares. Repleta de cosas.
Helena saludó a Oscar.
Oscar le preguntó cuánto tiempo más iba a seguir ahí parada.
Helena frunció la nariz, apretó los dedos de su mano, se corrió el pelo, balbuceo un poco, se acomodó uno de los bultos que llevaba. Todo eso en dos segundos.
Eso la hacía insoportable. Eso y la enferma manía de hacer nudos con su vida.
Atraigo lo que me repele
y rechazo lo que encandila.- dijo.
Y se quedó mirando a Oscar, hasta que el tipo se dignara a contestarle y resolver el conflicto número seis del día.

martes, 5 de enero de 2010

Dejé de ser. Soy.

Lo viejo se pone nuevo y lo nuevo vuelve a ponerse viejo en un tiempo.
Me había negado a volver a escribir.
Hacía más de 97 días que buscando lo mejor de las palabras, me quedé sin decir nada.
Lo que suele pasarle a varios, cuando quieren hacer todo.
A veces, intentamos cumplir con mandatos que ni siquiera sabemos que están formando parte de nosotros.
Pero están en nuestras espaldas y nos gusta que sigan ahí, para después poder contárselos a todos.
Ser educada, orgullosa, dinámica y sociable.
Ser lo que otros esperan que seamos es lo más real que encontré en el camino.
Ser franca, transparente. Pero nunca ser verdad.
Odiar a los hipócritas, a los mentirosos y a los que hacen trampa.
Amar a los guionistas, matar a los políticos.
Desde, para y hasta la muerte.
Las cosas existen, la vida pasa, los hechos aparecen siempre y cuando creemos en ellos.
Y así, creyendo en todo, un día creí que era el momento de ser.
Me compré mi jabón, mi cepillo de dientes, mi sillón y me fui a no más de 157 metros de trípoli.