viernes, 31 de julio de 2009

Distancia

Cada vez que me pongo a pensar en dònde estoy, solita me respondo: -estoy lejos.

Làstima que las preguntas asi, no aparecen cuando una està cerca.

sábado, 18 de julio de 2009

Lo que voy a llevar, lo que voy a dejar.

En unos días voy a hacer un viaje.
Mi amiga me dijo que como máximo puedo llevar diez kilos de peso, porque en los vuelos baratos no te dejan despachar nada.
Espero que no se enoje, por ahora en mi mochila ya metí un jardín
.

Palabras pendientes

Busqué y busqué y busqué por horas.
Hasta encontrar que la última vez que le hablé no fue la última vez que lo vi.
Que la última vez que lo vi, no fue la última vez.
Y que unas semanas atrás, besé esa mano antigua, suave, histórica y mirándolo a los ojos le dije: Il padrino, il mio padrino.

miércoles, 15 de julio de 2009

Día libre


Ana prepara la leche para sus dos hijos. Aunque a ella le gusta tomar el té.
A veces pienso que las madres se olvidan de lo que son, con tal de ser madres.
Tomás mira de reojo a Clarita, la molesta, le saca la lengua y la empuja con los codos para ganar más espacio en la mesa. Su hermana le hace acordar a Francisca, la compañerita nueva que tanto le gusta.
Pero a Clarita poco le importa, ayer se quedó mirando hasta tarde un documental de lagartos gigantes que le quitó el sueño y las ganas de desayunar inclusive.
El reflejo del sol pega por la ventana y da justo en la taza de corazones de Clarita.
-¿Por qué no puedo llevarme este rayo a la escuela?
Clarita pregunta indignada, no es gracioso que siempre haya que elegir. Que siempre tenga algo que perder.
- Mamá, quiero juntar lo lindo y vivir ahí nomás.
En un segundo todo se desvanece. El timbre pasa a buscarlos.
No importa que sea para algo mejor. Que sea el micro de la escuela, un remis o el amor de nuestras vidas. Cuando nos pasan a buscar, lo que existía hasta un segundo antes, cambia. Desaparece.
Ahora hay que abrigarse, buscar las llaves, decirle al chofer que nos espere, correr, besar a mamá y dejar de estar donde estábamos.
Terrible angustia. Para los que se van. Para los que se quedan. Pobre Ana.
Espero que Tomás no vuelva con una mala nota y que a Clarita no le agarre algún berrinche para que le compre un perro.
Seis horas hasta que vuelva a sonar el timbre. El desvanecedor de momentos.
Estoy segura que seríamos mucho más felices si el tiempo no se fracturara tanto.

Ana lagrimea. Se desespera cuando mira la agenda repleta de turnos para ir al médico, al dentista y a la dermatóloga porque a Tomás le salió un sarpullido. Tiene anotados programas para ver en la tele, cumpleaños, la dirección para comprarse el vestido antes que llegue el sábado, la plata que le debe al almacén y un teléfono para averiguar por unas clases de yoga.
¿Qué es perder el tiempo?
Dicen que hacer yoga trae calma y hace bien. Yo pienso que Anita está más cerca de quitarse compromisos que de sumar algo más a su vida.
Perder el tiempo es gastarlo en nada. O peor, ocuparlo todo.
Debe ser por eso que Anita es tan escurridiza. Se escapa, porque el tiempo nunca le alcanza. Entonces vive media hora adelantada. Entonces se pierde de lo que pasa media hora antes.
Por eso no sabe que a Tomás le gusta Francisca o que a Clarita ya no le interesan los perros y que ahora quiere un lagarto gigante, como los de la tele.

De tanto hacer, Anita no hace nada.
Por eso ayer cerró la agenda de los mil y un compromisos. Le dijo a su jefe que estaba enferma, abrió la ducha y se dio un baño eterno.
Bueno eterno, lo que se dice eterno no. Duró hasta que sonó el timbre, claro.

lunes, 6 de julio de 2009

Cálculo Trágico

Ácidos pólipos. Víctima de un cúmulo de eléctricos átomos que se incrustaron como estúpidos pájaros en el hígado.
Prototípicos y monótonos médicos, abandonaron sus clásicas prácticas y dejaron de darme ánimo con un diagnóstico tan catastrófico como caótico.
Qué lástima.
Déficit de ángeles y tres únicas lágrimas. El lógico espectáculo de mi último capítulo.
Mi trémula pérdida se disuelve entre la mística y la patética música fúnebre.