viernes, 13 de mayo de 2011

Aquellas visitas que nadie quiere ver


Como se da una bofetada en la cara, al igual que como se siente un golpe inesperado. Cuando Angélica creía que todo iba bien, las cosas se tornaban de otra forma.
Bastaba con que al fin suspirara de alivio y felicidad, para que otra vez, la vuelta empiece a girar. Y así una y otra y otra vez más por las dudas.
Nunca hay que creer que las cosas están dadas. Que uno nació para algo y no para otra cosa. Nunca se sabe cuándo se empieza a girar y mucho menos cuando es el momento de quedarnos quietos.
Es probable que todo lo que crea Angélica cierto, sea falso. Que todo lo que siempre dio por sentado no exista y se burlen de ella todos aquellos que la ven de lejos.
“Estoy repleta de amigos”, “voy a estar sola toda la vida” o el solo hecho de pensar que estamos en lo correcto ya es falso. Porque no hay correcto. Ni amigos, ni amores, ni días, que puedan hacer feliz a quien vive en una mentira.
Por eso nadie suspiraba de alegría junto a Angélica. Porque a los egos les gusta sentirse indispensables y sanadores. Por eso es difícil notar ausencias en los funerales.
Ahí les encanta estar. 
Como Angélica no puede soportar aquel alivio que tanta soledad le trae, cada tanto prefiere volver a hacer girar la ruleta, elegir alguna desgracia, preparar una torta y esperar que la fila de insensata compañía le toquen la puerta.

sábado, 5 de febrero de 2011

La casa de Habana y Zamudio


Sinceramente en esa casa, siempre había algo que limpiar.
El día me empezaba temprano: trapos, baldes, escobas y un millón de productos para pulir, lustrar y lijar.
Al llegar la noche, la luz se iba junto a la capacidad de mis ojos de ver alguna que otra pelusa más.
Sábanas impecables, alfombras perfumadas y una lista imperdonable de mil cosas que debe hacer una mujer, para ser mujer.
Durante la semana me asignaba las tareas hasta lograr que nadie sepa quién vivía en esa casa.
Un día quedé mirando el polvo que se había acumulado en el borde de la ventana por horas. Perdí con eso mi rutina. Y cuando llegó la noche ya era tarde, y en mi casa comenzaron a verse mis horribles huellas. Indefectiblemente había que hacerse cargo: yo había estado ahí.
Hay lugares que se mantienen con nuestras marcas, esperando que volvamos para atraparnos otra vez.
Hay casas que no se limpian con nada. Mientras sigamos ahí.