sábado, 30 de mayo de 2009

El espejo

Desalmados los pasajeros que se cambian de asiento en el colectivo,
y abandonan a sus compañeros de viaje con tal de sentarse solos.
Insoportables, las mujeres que hablan con sus amigas en el baño de un bar como si fuese impostergable eso que tienen para decir.

Compulsivos los que compran caramelos en el subte,
básicas son las mujeres que llevan tuppers en sus bolsas,
y brutos los se dicen cualquier cosa
pensando que eso es tener franqueza.

Me molestan los tipos que dicen: “chau, linda”
y las madres que gritan: “Andá con juicio”.
Me sacan las familias que no tienen perros
y la gente que tiene y contrata a un paseador.

Me molesta que ahora existan las mochilas de rueditas,
cuando yo tuve que cargarla por 12 años.
Me molestan las embarazadas que toman el subte en hora pico,
y los médicos que anuncian un principio de escoleosis.

Pero entre todas las cosas
hay una que me molesta más que nada
y es verme reflejada en cada cosa que detesto.