viernes, 29 de mayo de 2009

Fresco

Después de la tormenta sin paraguas, Clara llega a su casa empapada y muerta de frío.
Abre el portón temblando y camina hasta la cocina para hacerse un té de cedrón.
Cinco minutos más tarde, prende el calefón para llenar la bañera de agua caliente.
No se había sentido tan fría desde ese junio cuando se cayó en la pileta de sus padres mientras jugaba a las escondidas.
Hace fuerza para quitarse las botas. Se desprende la camisa. Se baja el cierre del jean. Pantalón, medias y pulóver al piso.
Desnuda, con el cuerpo entumecido, el frío se hace mucho más intenso.
Entonces se arranca las orejas, se quita uno a uno los cabellos, se desprende la piel de los brazos a ver si consigue quitarse ese congelamiento de una bendita vez.