lunes, 21 de diciembre de 2020

Maternidad

 Hace un año que la maternidad entro a mi vida como un huracán. Atravezando muros que creia imposibles de derribar.

Pero no vamos a romantizar la maternidad. Dejemos eso para algun influencer. Yo tengo 200 seguidores y entre ellos están marcas de bebés que ni sé porqué quieren ser mis amigos.


La maternidad es durísima. Y no vamos a decir que se compensa. Esto va por carriles diferentes. Una cosa es tener mucho sueño y tener que despertar a tu hijo para darle la teta y otra cosa es miraro a los ojos y querer comértelo a besos. Son dos cosas diferentes. Una es terrible y la otra es hermosa. Ambas inexplicables sí, ¿intransferibles? Puede ser.


Se puede llorar de sueño y tambien se puede llorar por mirar a un hijo a los ojos. Esa es la maternidad: llorar por todo. Ser alguien que no te esperabas ser. Que te fluyan las emociones como un río y que sea hermoso y fatal a la vez. Fatal porque el mundo no está en sintonía con las puérperas. Siento que van como fantasmas, pálidas, con ojeras y como muy pocas aliadas que las entiendan.

Al año las cosas cambian. Tengo mas ganas de conocerte a que me conozcas. No sé si habrás elegido muy bien, pero acá estoy para escucharte, olerte, mirarte. Soy todo oídos. Soy tu fan numero uno, tu gran admiradora y voy a estar sentada en primera fila para verte y aprender de vos siempre. 


Casi un año Hipólito! Lo hicimos! Sobrevivimos! Porque así también se siente la maternidad, la teta a libre demanda, las opiniones de más y una crianza lo más respetuosa posible. Sobrevivir y en el medio disfrutarte y dar lo mejor que puedo siempre. 


Es una dicotomía extraña. Me quejo un poco, tengo mucho sueño, pero lo primero que hago cuando te vas a dormir es mirar las fotos del día y así volver a verte, porque te extraño cuando no estás al lado mío.

Ojalá que las maternidades sean siempre deseadas como la mía. Porque imponer este camino no puede dar buenos resultados. Nada, eso.